Carlos Fong
Queremos iniciar esta comunicación expresando que el libro de cuentos del que nos ocupamos en este breve estudio, si bien es cierto se titula Abrir las manos (2013), de la joven escritora Cheri Lewis G., no puede leerse sin en algún momento el lector no sienta el impulso de cerrar los ojos. Sí, porque los cuentos de esta autora, su discurso implícito, son al mismo tiempo un co-relato tácito que nos desnuda y nos acerca a nuestra condición humana sin pudor y sin beneplácitos. Los doce cuentos de Abrir las manos nos hacen cerrar los ojos para repensar el significado de las relaciones humanas y sus contrariedades; la insoslayable realidad y sus tensiones.
Los conflictos que Cheri Lewis crea a sus personajes son una forma de aproximarnos a la otredad y a realidades llenas de humanidad. La propuesta de Cheri nos hace abrir un libro para disfrutar de historias donde encontramos muchos códigos existenciales: las relaciones familiares, el sexo como elemento transgresor, el tiempo como resistencia, los poderes institucionales, el amor filial, la casa como contexto psicológico, la otredad, la personalidad y las identidades, el miedo y la felicidad, los rituales y las creencias, entre muchos otros que podrían ser objeto de otros enfoques desde el comentario literario especializado. Queremos ocuparnos brevemente de los cuentos de Abrir las manos e intentar resaltar algunos registros que han llamado nuestra atención.
Antes de adentrarnos en las historias de Cheri Lewis nos gustaría apuntar que encontramos ciertos elementos que tienen cierta correlación que existe entre las historias. Esta correlación o paralelismo no es estructural, es psicológica. Hay una reiteración o recurrencia en algunas palabras claves que podrían desembocar en temas que le dan unidad temática al conjunto de cuentos. También estos elementos le dan una pluralidad, una hibridación a los relatos, pero que están tejidos de alguna forma logrando una correlación. Estos elementos son metafóricos y son, a la vez, un co-relato. El libro de Cheri Lewis es un gran relato implícito a nuestra manera de ver.
Tres de estas palabras clave o códigos existenciales tácitos son: la familia y el sexo y lo absurdo. El sentido de lo familiar es una experiencia que alcanza a otros sujetos, como los amigos y la servidumbre, por ejemplo. Lo familiar, la familia, como institución en crisis, la familia como fundamento para el orden moral puede que en los cuentos de Abrir las manos cobren un sentido, no nuevo, sino cuestionador: la familia como apoteosis en una sociedad donde las relaciones de poder han mermado lo positivo en una sociedad asalariada e hipercapitalista. En los cuentos de Abrir las manos lo familiar va más allá del linaje y lo parentesco. El abrazo de una nana o la solidaridad de un amigo representan el aislamiento de la familia y muchas veces la incomprensión de los parientes.
El concepto de sexualidad también tiene un sentido en los cuentos de Abrir las manos. Quizá seamos temerarios al afirmar que son interesantes historias donde el sexo asume una conducta coloquial: los personajes tienen relaciones sexuales que comunican tensiones y preocupaciones. Aquí las relaciones sexuales, las atracciones sexuales, los instintos sexuales, las pasiones sexuales, las intenciones sexuales van más allá de las distinciones entre géneros. Tanto hombre como mujer aparecen como sujetos víctimas de las discriminaciones sociales. Ambos géneros encuentran la resolución de sus conflictos, ya para bien, ya para mal, en la posibilidad del sexo como alternativa. El sexo y la violencia están en algunos cuentos bien marcados como componente de psicológicos, culturales y sociales. Los actos sexuales en los cuentos no son gratuitos. La autora, sin pudor, o, como decimos los panameños, sin pepitas o pelos en la lengua (en la pluma en el caso de la creación), nos plantea situaciones existenciales donde el género es irrelevante, lo que acaece es lo importante y cómo ese acaecimiento afecta a los personajes.
Mientras tanto lo absurdo en los cuentos, en unos más que otros, es una forma de confrontar la realidad. Lo absurdo aparece como una forma de leer y hablar de la sociedad y sus problemas. Sirve a la autora para criticar las negligencias de las instituciones y los abusos de los poderes. Las primeras lecturas de sus cuentos nos recordaron a la escritora salvadoreña Claudia Hernández que colocaba a sus personajes en situaciones límites donde lo absurdo es una denuncia a los absurdos mismos de la realidad cotidiana.
El libro inicia con el cuento Mujer hecha pedazos. La historia de Marta, una muchacha que literalmente se hace pedazos. Conoce a Eduardo en una fiesta y entablan una amistad: “No vi en ella nada fuera de lo común hasta que se le cayó el brazo”, dice el narrador. El cuento tiene una humanidad que nos conmueve y una ironía extrema que logra retratar la fragilidad de las personas.
Abrir las manos es el cuento que le da título al libro. Una familia compuesta por tres personas empieza a ser invadida de pronto por la llegada de unos bebes de forma misteriosa. Aquí lo absurdo también es vital. La tensión del relato va aumentado en la medida en que van llegando más bebes hasta que son cientos de ellos. Un día secuestran a la hermana. Las lágrimas de la hermana simbólicamente representan la lejanía y la ruptura familiar. La familia es separada por extrañas criaturas. Los familiares deciden no volver a aceptar a nadie en la casa. La casa se convierte así en un espacio cerrado a las amenazas del mundo. “No volvimos a recibir a nadie nunca más”.
La muralla es una pieza donde vamos a encontrar una vez más las relaciones entre hermanos. Hay una especie de intertexto en el cuento: una obra de teatro que de alguna forma tiene conexión con los personajes que ven la obra. En la obra de teatro dos hermanas simbolizan el miedo de morir y el miedo a vivir. Mientras dos hermanas entre el público parecen simbolizar también la vida y la muerte. De alguna forma la historia en la obra de teatro es más interesante que la historia de los personajes que el narrador nos cuenta, pero de pronto la acción se traslada a la sala del teatro. El desenlace es trágico, pero logra liberar al personaje.
“Cada vez que Mariana cogía con un hombre, lloraba”. Con esta oración empieza la acción de Lágrimas. Es un cuento donde el sexo aparece como un elemento transgresor. Las relaciones se tornan patéticas e imposibles. No hay salvación ni posibilidad para los personajes. “Por eso sufría. Porque era imposible que un hombre se cogiera a Mariana sin enamorarse de ella, al igual que era imposible para Mariana acostarse con un hombre sin desenamorarse de él”, dice el narrador. Mariana y Emilio no tienen salvación, están condenados y atrapados por una fuerza que es incomprensible.
Salir a flote es un hermoso cuento. Una vez más encontraremos a un personaje atrapado por las emociones. La familia y la casa son por un lado el epicentro de los conflictos emocionales. Después de una tormenta un extraño bote rojo llega a un muelle. Una joven lo encuentra y el bote tiene una conexión empática con ella. “Sé que esto sonará raro, pero cuando el bote me vio, se puso contento. O al menos eso fue lo que sentí”. El bote, en efecto, tiene vida y se construye una relación con la joven casi peligrosa pero que a la vez la ayuda liberarse y encontrarse a sí misma.
Intermitencias de las vicisitudes y Episodio de la cantina en dos actos. En ambos cuentos aparecen personajes similares, aunque estereotipados, pero que son utilizados con éxito para explorar la condición humana. El sexo aparece como una forma de encuentro con lo mágico y lo extraño. En Intermitencias de las vicisitudes unos amigos emprenden una aventura y en una casa de “un marica ricachón”, tienen un encuentro con una mujer grotesca que llaman la Pantera y que aparentemente tiene poderes psíquicos. Una serie de acontecimientos se darán, entre ellos un fuego que termina consumiendo la casa. El cuerpo es un componente en el cuento que parece construir una relación entre el sexo y la violencia, pero donde los sujetos parecen individuos solitarios que encuentran una felicidad transitoria.
En Episodio de la cantina en dos actos las acciones transcurren en un escenario rural. Dos amigos se encuentran en una cantina y uno de ellos acaba de tener un encuentro sexual con una mujer que no es para nada normal. El cuerpo aparece una vez más como canal de violencia y sexo. La mujer le exige al hombre que se la está “cogiendo” que le diga palabras obscenas, pero este no puede y la mujer entonces inicia un proceso de “descogerse”. “Le toy diciendo, compa, así como lo oye: esa mujer se descogió. Hacía una vaina rara, como que echaba pa’ atrás, luego pa’ afuera, se retorcía to’ raro y listo, se descogía”.
Finalmente tenemos Cosas que suceden en la fila del Seguro Social. Es un cuento de corte psicológico o al menos eso nos quiere hacer creer la autora. Nuevamente las relaciones filiales se dejan ver. Julieta debe ir a la Caja de Seguro Social a buscar unas medicinas para su madre que sufre de asma. Estando en la fila la llaman por su nombre completo y es cuando empiezan las peripecias del personaje. Luego de confrontar a distintos personajes con el perfil clásico de los funcionarios amargados y que no saben nada, es conducida por pasillos y salas hasta llegar a un consultorio donde, aparentemente, el lector descubrirá que ella es una paciente psiquiátrica. Pero el cuento tiene un final ambiguo, nunca sabremos, a ciencia cierta si Julieta está loca o en realidad cayó por error en otra trampa de la negligencia institucional.
Creemos que Cheri Lewis ha empezado con pie derecho con este libro de cuentos. El conjunto de doce cuentos es material para muchos otros estudios; por ejemplo la relación del tiempo en el libro, el cuerpo como política, los olores que pueden ser otra metáfora en los cuentos, las emociones en los personajes, la identidad y la otredad que también se expresan aquí. Pensamos que los elementos más relevantes en estos cuentos: el sexo, lo absurdo y las relaciones familiares son una forma de co-relatos que se correlacionan en los textos de manera casi paralela. Hay una reincidencia en algunos temas que son manejados de forma distinta y a propósito. En Abrir las manos de Cheri Lewis G. no hay pudor para hablar de la realidad y poner así a los personajes a confrontar su destino desde lo absurdo y lo insólito. Pese a la furia del lenguaje y la violencia de sus escenas sexuales en libro es fresco, y, sobre todo, deja al descubierto la fragilidad de lo humano.