Abrir las manos de Cheri Lewis G. es una de esas obras de las cuales el lector no logra reponerse de tantas sorpresas al sentir violentados todos los paradigmas de la lógica que motivan a entender el mundo desde una perspectiva prediseñada, aunque los universos recreados por esta cuentista no se ajustan a los consabidos modelos.
La obra consta de doce historias que afectan nuestro punto de vista previo. Desde los elementos paratextuales, evidenciamos el interés lúdico de la autora, quien introduce el cuentario con un epígrafe de Roberto Bolaño que es, en esencia, un reto a descubrir lo desconocido: “Se puede leer como una agonía. También se puede leer como un juego.” Y puedo asegurar al lector que en esta obra se encontrará con un artificioso juego que seduce, entretiene y convence de que la joven literatura panameña se encuentra en un sorprendente estado de florecimiento.
Desde el primer relato Mujer hecha pedazos divisamos elementos novedosos, mágicos e inusuales; por ejemplo: una mujer a quien se le desprende un brazo sin dolor, sin queja, sin sangrado en un hecho tan natural que turba; además se trata de Marta un personaje que aparte de su problema de desarmarse es una mujer interesantísima por su “capacidad de hablar sobre cualquier tema sin aburrirte.” Y es que el cuento está diseñado de manera tal que todos los elementos concuerdan en un binomio conformado por lo normal y lo inaudito como la casa de los padres de Cristina: “hermosa cabaña de vidrio y madera, rodeada de pinos y cedros que a veces me parecía muy acogedora y, otras, extremadamente siniestra.” Resulta insólita la visión que tiene Marta sobre su propia realidad, pues las personas parecen fijarse solamente en las cosas sin importancia: la pérdida de un pasaporte, las llaves o una cartera, sin darse cuenta de que lo único que ha perdido ella de valor es su cabeza por amor a un hombre que no la supo valorar.
Otro homenaje al absurdo es el cuento Testamento en el cual Cheri Lewis esboza una trama extravagante. La historia de dos esposos muertos simultáneamente. Un testamento en el que se aclaran los bienes existentes y la forma como serán distribuidos entre los hijos. Además de eso, el deseo de los esposos de ser sepultados juntos, en el mismo féretro. Y lo más extraño el deseo de la esposa que le introdujeran el pene de su marido en la vagina como muestra de eterno amor.
Se dan dos conflictos que convierten el relato en una verdadera muestra de calidad literaria. Por un lado, no había un féretro en el que cupieran los dos cadáveres simultáneamente. Por el otro, el encargo que debían cumplir los hijos de introducir el pene de su padre en la vagina de su madre.
El primer conflicto se resuelve cuando logran comprar el ataúd de un hombre enfermo y permanentemente moribundo que había logrado escapar a los caprichos de la muerte en innumerables ocasiones. Pero lo que causó mayor incomodidad fue la resolución el siguiente conflicto.
Al final, haciendo gala de todos sus recursos como cuentista, la autora nos deja con la boca abierta al demostrarnos que los deudos, entretenidos en cumplir con los caprichos del testamento no tuvieron tiempo para entristecerse con la muerte de sus progenitores.
Hasta el erotismo recibe un tratamiento novedoso por parte de esta autora. El cuento Lágrimas es desconcertante. Cuenta la historia de Mariana, una mujer que tiene el problema de que apenas tiene relaciones sexuales con un hombre se desenamora de él. Cada hombre que pasaba por su vida, apenas compartía su intimidad y ya no lo volvía a querer. Vive esta situación hasta que conoce a Emilio un hombre diferente que nunca se había enamorado de mujer alguna. Se hacen amigos para no dañar la buena relación que existe entre ellos, hasta que un día deciden tener sexo y, cosa sorprendente, Emilio se enamora de Mariana y Mariana se desenamora de Emilio.
Cosas que suceden en la fila del Seguro Social recoge una realidad espeluznante de las cosas que ocurren en esta institución de salud. Una chica asiste a esta dependencia con la finalidad de buscarle unas medicinas a su madre y termina internada en una sala siquiátrica, sin lograr entender la causa de las acciones.
Finalmente, me referiré al relato que regala su nombre a la colección: Abrir las manos. Que a mi juicio tiene intertextos de Cien años de soledad: Una casa en la que vive una madre y sus dos hijas se va llenando de bebés que llegan en bandadas apoderándose de todo. Y su partida misteriosa en la cual se llevan a una de la hijas que, cual Remedios la Bella, se desvanece sin que nunca se vuelva a saber de ella.
Abrir las manos es un libro que sugiere múltiples lecturas, diversas posibilidades de entender mundos ficticios, muestra clara del acertado proceso evolutivo que viven nuestras letras por lo que invito a cualquier lector interesado, que no tenga miedo a las sorpresas a internarse en los arcanos de sus páginas.