Fátima Nogueira – Universidad de Memphis
Humor e ironía son los trazos que se destacan en los relatos de Abrir las manos de Cheri Lewis, resaltando una de las características del arte de nuestro tiempo. Me refiero aquí a la propuesta de Susan Sontag que sitúa la ironía y humor como contrapeso de un arte cuyo eje “gravita sistemáticamente hacia inflexiones más desgarradoras de la conciencia” y que además se la pone constantemente a prueba (Estilos radicales 42). La ironía de los cuentos de Lewis cuestiona las futilidades de la clase dominante como es el caso de “Mujer hecha pedazos”, realzando también su sentido de moralidad en “Testamento”. Algunas veces sus cuentos derivan hacia el humor negro como se advierte en “El delantal rojo” y “Cosas que suceden en la fila del Seguro Social”. Otras, se aproximan al absurdo como ilustra el cuento que titula el volumen, donde los bebés proliferan, invadiendo una casa y terminando por llevar consigo a la hermana del narrador. Estos bebés se parecen a infantes normales excepto por el hecho de no llorar, ni reír, ni romper o desordenar las cosas ya que, como nos explica la voz narrativa, “sólo gateaban y gateaban, como buscando algo” (Abrir las manos 9). El cuento en cuestión es en mi opinión uno de los relatos más logrados artísticamente en la obra de la joven cuentista panameña. Este texto no sólo revela la inconmensurable fisura abierta entre el individuo y la realidad circundante sino que también sugiere un movimiento aplastante donde solamente el individuo exhausto — como nota Deleuze en relación al teatro de Beckett—“puede agotar lo posible porque ha renunciado a toda necesidad, preferencia, finalidad o significado” (Sobre o teatro 71). Otros relatos de Lewis adquieren un carácter más bien filosófico como “Despedida” y “La muralla” o revelan un impresionante lirismo como “Salir a flote”, cuento que ofrece entre otras posibilidades, una exégesis del proceso de madurez de una niña, obligada a abandonar sus ilusiones más queridas y confrontarse a la realidad. El relato “Sangría”, a su vez, incursiona en lo fantástico, retratando fenómenos aparentemente inexplicables que exponen un sistema social regido por el absurdo. El cuento en cuestión trata de un mundo vetusto y tirano donde el peso del pasado influye en el presente y sofoca cualquier intento de vida en un espacio cerrado y oprimido. Otro tema explorado por Lewis es la duplicación del ser en el momento de la muerte. Este es el caso de “Despedida”, donde se narra los últimos momentos de un hombre obsesionado por su trabajo y su desdoblamiento después de la muerte para visitar a las personas que amaba y a quienes mientras vivía no había encontrado tiempo de demostrar sus sentimientos.
La celebración de la vida en la inmanencia es una de las direcciones más visibles de la obra de Lewis, representada en el relato La muralla en el cual la vida deviene teatro no sólo por explorar el tema calderoniano del gran teatro del mundo sino que principalmente al conferir al teatro un poder revelador que refleja la verdad de la vida. Se alcanza tal objetivo por medio de una serie de dobles que se acoplan al del teatro/vida, entre los cuales se destaca el de las dos hermanas que aparecen en la platea, connotando así una relación de poder conminatorio de una de ellas sobre la otra. Brecht usa precisamente el símbolo del muro, es decir, el derrumbe de una cuarta pared imaginaria en el teatro para implementar lo que nombró como efecto A que es la técnica del distanciamiento o alienación cuyo objetivo consiste en revelar las condiciones de la vida humana al espectador, quien reconoce su realidad con estupefacción. Para el dramaturgo alemán no se trata de provocar la catarsis o la empatía con los personajes sino de activar en su lugar una percepción crítica de la realidad observada simultáneamente por los actores y los espectadores ya que derrumbada la pared imaginaria y protectora que esconde el público, el artista adquiere la conciencia de saberse observado al mismo tiempo que observa su interpretación (Brecht on Theatre 92-94).
Vemos así que al recurrir a la simbología de la muralla, Lewis desplaza su texto hacia la frontera entre la realidad y la ficción creando un modelo cuya funcionalidad consiste en modificar el texto como si utilizara un procedimiento de collage, a la manera que el dadaísmo ejecutó en la pintura. De esta manera la escritora duplica su texto recurriendo a otros medios de expresión que engloban no sólo el teatro y la música sino que también instrumentos más antiguos como los cuentos de hada ya que la historia de las dos hermanas que dobla la pieza de teatro evoca relatos infantiles como La bella y la bestia. En el acoplamiento de varios materiales que plasman el cuento en cuestión, el símbolo de la muralla correspondería al gran muro de las convenciones y conveniencias detrás del cual todos nos escondemos, y traspasarlo lleva necesariamente a confrontar de manera brechtiana la realidad para tomar una posición y desempeñar el papel que nos corresponde en la vida ya que como afirma Lewis “[todos entienden] que quedarse donde están es la muerte y que al otro lado está la vida y saben que la muerte no les llegará enseguida ni la vida les durará para siempre” (24).
Este breve examen de las directrices del libro de Lewis nos permite afirmar la riqueza de perspectivas lograda en su narrativa, exponiendo definitivamente la creación de lo nuevo o de lo singular—rol fundamental de la literatura—para hacer pensar críticamente la realidad que nos circunda.